Sabemos que los criterios y estándares de la Comisión Nacional de Acreditación (CNA) ha llevado a las Instituciones de Educación Superior (IES) a generar modelos de vinculación bidireccional los cuales grafican la forma en que las mismas entienden su relacionamiento con el medio externo, cuáles son sus mecanismos, instrumentos, etc. Pero considero que aún es un área difusa el hablar de modelos de gestión de la vinculación.
Los modelos de gestión como tal son esquemas o marcos de referencia para la administración de una entidad, y en este caso en particular, para la gestión institucional del área de vinculación con el medio (VcM). Nos referimos a como se articula, gestiona y mide el área en cuestión al interior de la IES. Muchas veces esta gestión se da de manera inorgánica, tal vez un poco espontanea, difusa, pero solo en muy pocos casos, desde mi experiencia y lo que conozco de las IES en nuestro país, con una gestión sistémica de la misma.
De lo observado podríamos llegar a la conclusión que actualmente existen principalmente 3 modelos de gestión de la VcM: Centralizado, descentralizado y mixto.
El modelo centralizado es aquel en el cual la gestión de la VcM emana principalmente desde una Dirección General o Vicerrectoría, la cual gestiona espacios institucionales bidireccionales de encuentro con los agentes territoriales. Dichos espacios son abiertos para que los integrantes de la comunidad institucional puedan participar, colaborar y contribuir a los mismos, principalmente las y los académicos ligados a la problemática o solución que se quiere implementar de manera conjunta y colaborativa con las y los agentes territoriales. Como retribución a dicha participación, a dicha académica/o se le reconocen horas de su carga académica, lo cual, además, en algunos casos, le retribuye a su carrera académica (sabemos que existen varios desafíos en torno a los incentivos para la VcM, los cuales trataremos en otra reflexión).
Por su parte, el modelo descentralizado es aquel en el cual la VcM queda radicada en las escuelas o facultades. Si bien siempre hay un nivel central asociado al área, ya sea Dirección General o Vicerrectoría, son las facultades o escuelas, dependiente la nomenclatura institucional, quienes se encargan de llevar adelante los procesos de vinculación, por medio de un encargado/a de vinculación, quien además sostiene la relación más directa con el nivel central.
El tercer modelo, al cual denominamos mixto, recoge en parte los dos modelos anteriores. Por un lado, existen espacios institucionales de vinculación bidireccional, los cuales emanan desde el nivel central, pero además las escuelas y facultades tienen sus propias iniciativas de VcM.
Cualquiera sea la decisión institucional en este sentido, presenta, a nuestro entender, ventajas y desventajas.
Para el caso del modelo de gestión centralizada, la principal ventaja es que permite llevar un control del proceso de vinculación bidireccional. Es decir, puede generar programas de VcM multidisciplinarios, sostenidos en el tiempo, que le permitan mantener relaciones sistemáticas y sostenibles con sus socios comunitarios, contar con indicadores de medición de su gestión, los cuales se alimenten con información que emane desde estos programas. Esto último resulta más eficaz y eficiente a la hora de evaluar y medir, incluso, el temido “impacto”. Las principales desventajas de este modelo de gestión, es que muchas veces las escuelas y facultades, acostumbradas a trabajar en islas o nichos, se resisten a que los académicos y académicas que forman parte de las mismas integren estos programas institucionales, toda vez que sienten no le reportan a su unidad académica. Esto claramente genera resquemores, y dificultades a la hora de implementar los programas.
Los modelos de gestión descentralizada, por su parte, presentan la gran ventaja de dar libertad de acción a las escuelas o facultades, de manera de que puedan generar sus propios espacios de vinculación bidireccional, lo cual claramente es un factor multiplicador de las interacciones y conexión entre la institución y las comunidades territoriales. La principal desventaja de este modelo, a nuestro entender, es que genera una desarticulación de la gestión, siendo aún más complejo el que la IES pueda generar IMPACTO (y si con letras mayúsculas ya que sabemos lo complejo que resulta) en las comunidades y territorios con los cuales se relaciona. Adicionalmente, surge el problema de acceso a la información para la medición de la vinculación que se realiza desde estos espacios. Es un dolor compartido entre las IES el que por medio de financiamiento estatal se generan o adquirieren plataformas para la sistematización de la experiencias, o acciones (no soy partidaria de este término, pero en otra reflexión explicaré el porqué) de vinculación bidireccional, las cuales luego no son utilizadas puesto que existe una alta resistencia por parte de las escuelas o facultades en su uso o “llenado” (porque hay que completar una serie de requerimientos de información, y ¡peor aún! evidencia).
Por último, respecto de los modelos de gestión mixta, claramente comparten tanto las ventajas como las desventajas de los modelos anteriormente ya descritos.
Y es en este punto donde surge la gran pregunta, ¿cuál es entonces el modelo de gestión de VcM que se debiera utilizar? Tal y como podrán desprender de lo ya señalado, no existe un modelo de gestión mejor o peor, sino uno que se ajuste de mejor manera a la cultura institucional, y a la decisión sobre qué tipo de relacionamiento queremos tener con nuestros socios/as comunitarios. Pero más allá de todo lo señalado, consideramos que lo primordial es tener la claridad sobre cuál es el modelo con el que estamos gestionando nuestra VcM para desde ahí, poder tomar decisiones y acciones oportunas que nos permitan disminuir, o derechamente suprimir, las desventajas ya descritas… ¿es esto posible? Tenemos la plena convicción que sí… ¿cómo? por diversas vías, pero principalmente dos. Primero, una adecuada gestión del cambio institucional, para que todas y todos quienes forman parte de la comunidad institucional entiendan y comprendan, en primer lugar, de que hablamos cuando hablamos de vinculación bidireccional, lo cual habilitara para bajar los niveles de resistencia iniciales frente a la misma. Y en segundo lugar creemos que es fundamental un proceso de co-construción de definiciones institucionales de manera participativa de nuestro modelo de gestión junto a nuestra comunidad institucional, y preferentemente, incorporando también a nuestros socios comunitarios, de manera que desde un inicio exista un sentido de pertenencia. Esto último requiere necesariamente que lo que construyamos en conjunto no se “pode” después desde el nivel central, ya que esto genera altos costos como son la desconfianza, incredulidad y apatía por parte de quienes deben ser embajadores de nuestra vinculación institucional: las académicas y académicos de nuestras casas de estudios.
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